Cada vez nos encontramos más rodeados de ruidos que escuchamos más fuerte y con más frecuencia. Especialmente si vivimos en una ciudad, los ruidos se vuelven parte de nuestro diario vivir y se integran a nosotros, a veces incluso sin ya ser conscientes de ellos.
También en nuestras cabezas llegamos a vivir con un montón de ruido, pensamientos que van y vienen, ideas, creencias, reproches, regaños, sueños, pendientes… tanto pasando al mismo tiempo en nuestras mentes que es difÃcil pararlos, pausar y hacer silencio.
Sin embargo, es sólo en el silencio, en la paz de la pausa, cuando podemos escuchar los susurros del alma, esa voz sabia que no grita, que no se impone, que espera pacientemente a ser escuchada y comprendida. Es la suave y dulce voz de la intuición, del innato, de nuestra esencia, como quieras llamarle; puede ser el nombre que más nos guste o que mejor nos acomode. Esta voz nos guÃa, nos aconseja y nos conduce a nuestro lugar seguro por el mejor camino que podemos tomar.
Muchas veces los susurros de esta mágica voz no son fáciles de escuchar y menos de seguir ya que un sinfÃn de veces no son los más razonables y pueden ser incluso, opuestos a nuestra lógica mental. Lo que sucede es que estos mensajes no surgen del cerebro, sino del corazón donde radica nuestra verdadera sabidurÃa.
Hemos escuchado muchas veces que el corazón no se equivoca y es cierto, pues ahà radica nuestra esencia y nuestra Verdad con mayúscula. Y el corazón está tan claro y cierto sobre lo que es, que no necesita gritar, ni siquiera hablar fuerte, es por eso que susurra. Hagamos silencio, paremos los ruidos internos y démosle paso a la voz de la SabidurÃa y la Verdad;
¡abrámonos a escuchar los susurros del corazón!