Hay una frase que dice que sólo lo que te puedes llevar cuando te mueras, es tuyo, lo demás es prestado, digamos temporal. Y si esto es así, surge la pregunta “¿qué sí me quiero llevar porque es mío?”
En lo personal yo me quiero llevar el recuerdo de sentirme cargada por mi mamá y por mi papá. La imagen cálida y de alegría de mis abuelos al encontrarnos después de un tiempo sin vernos. El asombro de la primera vez que vi una montaña, el mar, una laguna, un volcán…
Me quiero llevar el instante en que conocí a cada uno de mis hijos y me miraron por primera vez.
Me quiero llevar el sentimiento de estar enamorad@. Con la mente y el corazón ocupados en el amor.
Me quiero llevar todas las veces que pude ver llover sin mojarme y también aquellas en las que me empapé bajo la lluvia infinita, la sensación de flotar en el mar mecida por las olas y las noches que dormí en una hamaca igualmente mecida.
Se quedan conmigo, el viento en mi cara, el pasto o la arena en mis pies, el agua escurriendo entre mis manos, el recuerdo de mirar una fogata hasta que se consume, el sonido de pajaritos, abejas, gallos, caballos, perros, patos, gatos y todos los animales que tuve el privilegio escuchar.
Me llevo los abrazos, los besos, las caricias y apapachos que recibí, pues estas son las demostraciones del amor que di y que recibí.
Me llevo las carcajadas, las risas y las sonrisas. Los momentos plenos, gozosos, místicos y profundos. Bailes, cantos, caminatas, meditaciones. Momentos entrañables que se van tatuados en mi corazón.
No me libro de los dolores profundos, de las pérdidas, las separaciones, los errores, temores, llantos, preocupaciones y angustias que viví. Todo eso también me lo llevo.
Me quiero llevar con mucha más conciencia todo lo que viva a partir de ahora hasta que me vaya, con el cuidado de guardarlo ahí donde se irá conmigo, segura de que me acompañará por toda la eternidad.
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