A veces nos cuestionamos ¿cuál es el propósito de la vida?, ¿para qué encarnamos?, ¿de qué se trata la vida? o cualquier otra pregunta existencial difícil de responder. Creemos que las respuestas deben ser muy profundas y complicadas. Para mí, son más bien sencillas y
cotidianas.
¡El propósito de la vida es vivirla!
Vivimos para aprender, entender y resolver.
Vivimos para reír, divertirnos y gozar.
Vivimos para escuchar, ser escuchados y escucharnos.
Vivimos para abrazar con el cuerpo, el alma o el corazón.
Vivimos para investigar y descubrir.
Vivimos para soñar lo inimaginable y verlo realizado.
Vivimos para sentir, para ver, para oler, para escuchar y degustar.
Vivimos para tener experiencias sensoriales y extrasensoriales.
Vivimos para conocer personas, lugares, conceptos, amores.
Vivimos para ser felices momento a momento y celebrar cada instante.
Vivimos para cambiar y transformarnos.
Vivimos para desapegarnos de lo que nos ata y también de lo que amamos.
Vivimos para encontrarnos, reconocernos y saber quiénes somos.
Vivimos para trascender, dejar un legado, dejar huella.
Vivimos para amar y ser amados.
Vivimos para relacionarnos, pues al final somos nuestras relaciones.
El propósito de nuestra vida es vivirla en plenitud, experimentar todo lo que hay en ella y lo que no hay también. Es sacarle el mayor provecho a este efímero paso por el mundo que podrá ser corto o largo y tan disfrutable como tú lo elijas.
Siempre será un regalo que dependerá de ti cómo lo vivas; si lo sufres o lo gozas, si te pesa o te aligera, si te llena o te drena, si lo compartes o lo vives en soledad.
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