La definición de “Paz” en el diccionario es: “Ausencia de Guerra” o “Acuerdo para poner fin a una guerra”. Definir algo tan grande como la paz expresando que sólo es la falta de agresión y violencia, me parece que minimiza el enorme significado de la paz.
Hace tiempo en un curso de chamanismo, se nos dijo “en el colectivo todas las palabras ya
están definidas, pero siempre podemos redefinirlas”. En lo personal, hoy quiero hacerlo con
esta palabra: “Paz”.
Paz es un estado en el que el cuerpo se encuentra en armonía, en homeostasis perfecta; todo trabajando de manera ordenada y coherente. Con energía durante el día y un profundo sueño reparador en la noche.
Paz para la mente es poder pensar con claridad. Tener silencios y calma. Es un transcurrir
tranquilo y pausado, o veloz y ágil. Es poder realizar las tareas necesarias del día a día sin
distracciones. Es no tener pensamientos repetitivos, compulsivos ni destructivos.
Paz para el espíritu es un estado de gracia. Es un estado de conexión. Es sentirse uno con
todo lo que es. Poder fluir con lo que es, momento a momento. Es bienestar y seguridad.
Emocionalmente la paz está ligada a la aceptación. Las emociones están en paz cuando se les permite sentirlas, experimentarlas y si se requiere, expresarlas de manera saludable. Cuando aceptamos lo que sentimos, sea lo que sea y nos damos el permiso de sentirlo en su totalidad.
Finalmente, la paciencia es: “la Ciencia de la Paz”. Es lo que nos lleva a la maestría de
encontrar paz en nuestro interior y a manifestarla en nuestro mundo exterior. Primero
aprendiendo a ser pacientes con nosotros mismos, para luego poder serlo con los demás.
La paz es de los tesoros más valiosos que podemos tener. Se requiere cultivarla día a día, minuto a minuto. Perderla puede ser devastador, por eso cada instante que se sostiene es una conquista, un logro, un triunfo.
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