Sin embargo, analizando las definiciones y recorriendo mi propia experiencia, el caos es lo que antecede al orden. Es lo que da origen a algo nuevo que tendrá eventualmente su acomodo y su claridad. Pensemos por ejemplo en una mudanza, justamente el día del cambio ya en el nuevo espacio. Cajas por todos lados, cosas de la cocina en la recámara, del baño en la sala, todo es un caos. Poco a poco, conforme pasan los días, las cosas van llegando a sus lugares, se van acomodando hasta que un día el espacio queda listo, ordenado y bello.
Entonces, podemos entender que el caos es el principio del orden, que ambos, caos y orden son partes opuestas de una misma realidad, de una misma verdad y que es cuestión de tiempo y de integración para que el aparente caos encuentre su propio orden. Así que cualquier cosa que hagamos, por pequeña que parezca, tiene una trascendencia en el orden divino, en lo universal, en el todo. Aunque en este momento sintamos que hay un caos que nos rodea, cada pequeña acción que emprendamos irremediablemente terminará ordenándose y convirtiendo ese entorno en algo ordenado, bello y con claridad.